Francisco, un liderazgo de ruptura


Por Pamela Cáceres
Decana de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales
Titular de Teoría Política II

La reciente visita del Papa Francisco a Cuba y Estados Unidos, el recibimiento del que fue objeto en cada una de las instancias programadas, la reacción de la opinión pública, los discursos que tuvieron lugar y los ámbitos en los que los mismos se desarrollaron, ponen en evidencia que el Sumo Pontífice encarna hoy uno de los principales liderazgos políticos de carácter global. Esto es así no sólo por el carácter y contenido de su discurso, sino porque el mismo implica la asunción de un papel activo y deliberado en la instalación de temas centrales de la agenda política internacional, tiene un impacto importante en la opinión pública y ha recibido el reconocimiento público de los principales  referentes y representantes políticos y sociales.

Su liderazgo aparece desde el inicio y con el primer gesto como un liderazgo de ruptura que parece marcar su visión y misión. Las expectativas respecto al papel transformador que podría asumir al interior de la Iglesia Católica, parecen tener –y acrecentar día a día-  su correlato hacia afuera: lograr que se hable de aquello que hay que hablar, asumir aquello que es necesario asumir. En este sentido en cada  intervención pública o la propia encíclica Laudato si,  plantea la necesidad imperiosa de revisiones y de giros rotundos en el actual estado de las cosas, en diferentes temas, en las prácticas institucionales y en la ética política con la que es necesario hacernos cargo de los desafíos en el mundo hoy.

Existen algunos elementos que caracterizan el modo en que el Papa comunica su visión y exhortación: parte generalmente de la apelación al reconocimiento histórico de aquellos que levantaron banderas de transformación, plantea la necesidad de recuperar el sentido y naturaleza de cada misión  y   propone conectar ésta última con el ejercicio de una ética de la responsabilización.   Para Francisco aquellos líderes – y en algunos casos mártires- que con su pensamiento y acción propusieron introducir cambios en nuestras sociedades, esos “hombres y mujeres nos aportan una hermenéutica, una manera de ver y analizar la realidad. Honrar su memoria, en medio de los conflictos, nos ayuda a recuperar, en el hoy de cada día, nuestras reservas culturales.” Todos compartimos responsabilidades comunes con el continente y con el mundo, pero estas responsabilidades, sin embargo, también son diferentes según el lugar y el papel que desempeñamos “Cada hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad personal y social”. La actividad política, la actividad empresarial, las actividades religiosas deben servir y promover, de diferentes modos, el bienestar y dignidad de las personas, el bien común (o los bienes comunes de nuestra casa común).

Este hilo conductor en el mensaje estuvo presente en su discurso en el Congreso de Estados Unidos, en la Asamblea General de Naciones Unidas, pero también unos meses atrás ante los Movimientos Sociales en Santa Cruz de la Sierra. En estos contextos explicitó una agenda de desafíos: las migraciones (y sus diferentes causas), la pobreza, el hambre, la exclusión social y económica y sus consecuencias: trata de seres humanos, comercio de órganos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado, personas sin acceso a la tierra, al techo, al trabajo, abuso y destrucción del ambiente, etc. “Es tal la magnitud de esta situación y el grado de vidas inocentes que va cobrando,” sostiene el jefe de la Iglesia Católica, “que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias”, pero también en el fundamentalismo de todo tipo que puede hacernos caer en  “una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos”. La verdadera raíz de los problemas tiene “una matriz global” que ningún Estado puede resolver por sí sólo, es necesario un “cambio de estructuras” un “cambio redentor”.

El liderazgo de ruptura que propone Francisco responsabiliza, visibiliza problemas pero también señala estrategias, reconoce nuevos y legítimos modos de acción política para la transformación social. “Ustedes son sembradores de cambio”, -dijo a los movimientos sociales en Santa Cruz- “Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: «proceso de cambio». El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Dolorosamente sabemos que un cambio de estructuras que no viene acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir”. ….” Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, Cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales. ¡No se achiquen!”. A jóvenes argentinos en Río de Janeiro durante la Jornada Mundial de la Juventud en julio de 2013, les dijo: “Espero que salgan a las calles y que hagan lío. Quiero que la Iglesia salga a la calle, que nos defendamos de lo acomodaticio, de la inmovilidad y el clericalismo”.

Desde una perspectiva politológica podríamos decir que su discurso adhiere a la redefinición de los conceptos de política y democracia proponiendo una concepción de la primera más allá de los actores políticos –una ciudadanización de la política- y de la democracia como una expresión de la política que fortalece la capacidad de agencia e incidencia de los ciudadanos en el devenir colectivo.

Responsabilización, acción colectiva, democracia con sentido para los ciudadanos y política exmuros: elementos y posicionamientos políticos fuertes en el discurso del Papa. Discurso político de ruptura que pone en tensión la realidad y las contradicciones en los distintos ámbitos. Su efectividad transformadora dependerá de su articulación con las praxis y de los nuevos equilibrios de poder que puedan establecerse dentro y fuera de las instituciones a la luz de estos nuevos principios legitimadores.



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