La importancia de las ideas


La Declaración de la Independencia de “las Provincias Unidas de Sud América”  es el comienzo de la República Argentina pero no el inicio de la historia de nuestro país. La Revolución de Mayo de 1810 y el 9 de Julio de 1816 son el final de una evolución de pensamiento y compromiso común de más de dos siglos.

  El deseo de simplificar en la consideración de los problemas, el apuro del tiempo presente por llegar a un juicio o la necesidad de transmitir un mensaje en pocas palabras, pueden llevar a un olvido que hace perder de vista el rol de la Universidad y la importancia de las ideas en el nacimiento de la Nación.

¿Qué doctrina filosófica y jurídica tuvieron los representantes del pueblo tanto en la Revolución de Mayo como en el Congreso de Tucumán? Las ideas que impulsaron a los gestores de la Independencia pueden ser de valor para quienes debemos construir, cada día, a nuestra Nación, tengamos o no responsabilidades de conducción en el Estado.

En 1613 el P. Antonio Rubio sj (1548-1615), quien fue contemporáneo y admirador del P. Francisco Suárez (1548-1617), comenzó a enseñar filosofía a nivel universitario en la ciudad de Córdoba. El P. Rubio fue el primero de muchos en nuestras tierras. Nos consta que la doctrina suareciana sobre el origen del poder fue lo constantemente enseñado en la Universidad de Córdoba desde sus inicios (1621), a saber por las crónicas de los actos académicos, las cartas, los programas y apuntes de los alumnos que estudiaron hasta la expulsión de los jesuitas de los reinos de España. Por su parte, las enseñanzas de Suárez pueden sintetizarse en cuatro afirmaciones: a ninguna persona le viene inmediatamente de Dios la potestad civil; al gobernante le viene la autoridad mediante el pueblo; el pueblo organizado concede la autoridad por su libre consentimiento, derivándose de allí los títulos legítimos de gobierno; al hacer esa donación, hay limitaciones en el poder tanto por parte del gobernante que no puede usar de la autoridad a su antojo, como del pueblo que la confiere y no puede reasumirla a su capricho[1].

Los participantes del Congreso de Tucumán estaban al tanto de la responsabilidad que tomaban ante el mundo y la historia; sabían que debían esforzarse por lograr la unión en una diversidad de intereses, amenazas externas y realidades locales muy difícil de armonizar. Los ayudó la clara conciencia de poder investir, generar o proveer un gobernante debido a la representación que estaban ejerciendo del pueblo. Pregonar.

Desde sus inicios, en la Universidad de Córdoba, a cargo de los jesuitas, se utilizó un sistema de enseñanza basado en la discusión académica. Cuatro veces al año, un alumno tomaba el lugar del profesor y debía defender una afirmación que le había sido dada unos días antes. Un grupo de compañeros preparaba la refutación de la tesis y otros la defensa. De esta manera, con este debate dialéctico en el que el profesor o un jurado determinaban quién argumentaba mejor y por qué, eran transmitidas las enseñanzas de Francisco Suárez. Tal método,  ¿no es un buen ejemplo de diálogo académico?

Recordemos nuestros inicios como Nación, saquemos enseñanzas de la historia, que el análisis de lo ocurrido en los diversos momentos de la historia nos ayude a juzgar mejor nuestro presente y futuro. Renovemos nuestra responsabilidad civil en la construcción de la Nación. Sepamos elegir las mejores ideas para construir la Nación, las compartamos con generosa amplitud de pensamiento, y demos lo mejor de nosotros con nuestro compromiso, especialmente, con aquellos que tienen menos posibilidades.

Por Alfonso Gómez sj., Rector de nuestra Universidad.


[1] Cfr. Guillermo Furlon, sj, Nacimiento de la filosofía en el Río de la Plata, Buenos Aires, 1952, pp. 594-595.



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